Nunca saludaba


Nadie quería subirse en el ascensor con ese tipo. Nunca saludaba, y desde que te montabas con él, hasta que salías por la puerta, en ningún momento dejaba de mirarte fijamente a los ojos, muy quieto, muy fijamente, muy en silencio. 

Cuando asesinaron a la vieja del quinto, efectivamente, fue él. A veces las cosas sí son lo que parecen. Y ya está.


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