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Mostrando entradas de febrero, 2022

Pasivo-Agresivo

Paco era un tipo muy nervioso, se atacaba por todo sin motivos y en seguida perdía la calma cuando se encontraba con un problema. A veces era por cosas tan efímeras como que su equipo perdiera, que la gasolina subiera unos céntimos, o haber tenido una discusión en el trabajo. Cosas que cualquier persona hubiera solucionado fumándose un cigarrillo y dándose un paseo. Un día decidió ir a un psicoanalista muy famoso que le recomendó Manolo, el del bar. Eran sesiones carísimas, y tuvo que pedir un préstamo interesante. Después de muchos meses en terapia, cuando ya se le estaban acabando los fondos, descubrió algo que cambiaría su vida y le haría tener todavía menos dinero: era fumador pasivo-agresivo. Desde pequeño, su padre no había parado de fumar delante de él. Se había hecho ventrílocuo solo para no dejar de fumar al hablar. Siempre tenía un pitillo en la boca, hasta duchándose, tal era su habilidad. Y todos esos cigarrillos hicieron al niño fumador pasivo, que creció sin saberlo. Des

Molestias andantes

La conexión ubicua de los teléfonos móviles actuales ha permitido que las personas se transformen en molestias andantes. Antes, la gente producía ruidos molestos por la garganta, ahora los producen a través de un altavoz; las idioteces son las mismas, pero ahora es peor, mucho peor. La gente se ha convertido en un concierto de reggaeton portátil, un mitin político, un microvídeo de la red asocial de moda, o una jodida videoconferencia andante. Allá donde van les rodea un radio de molestia itinerante, y no se puede hacer nada por impedirlo. Ojalá en algún momento de la historia alguien inventara unos aparatos para escuchar sonidos dentro del propio oído sin que salieran al exterior. Seguro que entonces todo el mundo los usaría y viviríamos en una sociedad más respetuosa y silenciosa. Ojalá.

La tos

Tenía una risa rarísima, estrafalaria, excéntrica. Cada vez que se reía, parecía estar dándole un brutal ataque de tos. Y a su vez, su tos real sonaba como una risa desternillante.  Cuando comenzó la Edad Media Pandémica, le llegaron a expulsar de uno de los mejores restaurantes de la ciudad después de contar uno de sus chistes. Desde entonces su carácter se ha ido deteriorando, y ha tosido cada vez menos y reído cada vez más.

El rechazador

Era el típico amigo que siempre tiene una excusa para no quedar cuando lo llaman. Nunca puede, nunca tiene tiempo para la gente. Algunas de las mejores excusas eran: "Lo siento, voy mal de dinero este mes" "No estoy en la ciudad, cuando vuelva tomamos algo"  "Estoy de baja, me he lesionado jugando a la pelota vasca" "Perdona, es que acaban de operar a mi tía abuela Gertrudis" "Qué va, no puedo, me he contagiado de un virus respiratorio pandémico" Y así podría seguir hasta llenar varios blogs como este. Tal era su maestría en la negación de planes, que decidió programar un bot que respondiera por él mismo cuando le escribiesen sus amistades. Incluyó una lista de sus mejores excusas para mañana, y lo lanzó.  Por desgracia, no lo testeó a fondo, y cometió un error gravísimo en el código. Cuando revisó su lista de conversaciones, encontró que había respondido lo siguiente a todas las proposiciones de la última semana: "Lo siento, no p

"Muy buen libro"

Un tipo vende un libro por Internet en una plataforma de segunda mano. Normalmente, uno colgaría unas fotos del artículo en cuestión, y en el anuncio escribiría el título del libro, para que algún hipotético comprador interesado pudiera llegar hasta él. Pero esta vez no fue así. El tipo nombró el anuncio tal que así "Muy buen libro". Sí señor, muy buen libro. Le importa una mierda cómo se llame, probablemente ni lo sepa, aun teniéndolo delante de sus narices. Es más, piensa que al comprador también le importa una mierda, que los lectores solamente quieren saber si un libro es bueno para leerlo, y que su opinión infundada es incuestionable. Como si fuera jodida marihuana. ¿Es buena? Pues pa dentro. Y eso es lo que pasa cuando a alguien que no lee (llamado no lector) se le ocurre vender un objeto utilizado por las personas que sí leen (llamadas lectores). 

El sentido de las viejas

A las viejas les queda un sentido afiladísimo conforme van cumpliendo años. Puede que pierdan los restantes, pero el que mantienen se agudiza hasta límites insospechados.  Las hay que desarrollan un olfato canino y superpotenciado para detectar sustancias ilegales a su alrededor. Pero lo más común es que dispongan de un oído finísimo que les hace capaces de escuchar que alguien habla mal de ellas en un radio de trescientos metros. O que alguien ha vuelto a casa a las tres de la mañana.  En raras ocasiones, las viejas superdesarrollan hasta dos sentidos simultáneos, y son capaces de escuchar que alguien ha vuelto a casa a las tres de la mañana, habiendo ingerido sustancias ilegales, y hablando mal de ellas. La próxima vez que vaya a reírse o a hablar mal de una vieja, creyendo que no se enteran de nada, piénselo dos veces, o la juventud se volverá contra usted.

Restauréncer

No era uno de los mejores restaurantes de la ciudad, pero se había puesto de moda por ser el primero exclusivamente para las personas influyentes, más conocidos como "influencers".  Allí, uno podía ir vestido como le diera la gana. Los había que iban en chándal de los años ochenta, otros con pajarita, y algunos con la pájara de la noche anterior, sin poder tenerse en pie.  Tanto daba, las únicas normas eran las siguientes: -Uno debía, como mínimo, disponer de 50.000 seguidores histéricos. Dato que era verificado por un asistente de bienvenidas en la puerta. Si le parecía correcto, facilitaba una pulsera con forma de "me gusta" que uno debía atarse en el pene o en el pecho izquierdo. -Una vez dentro, era OBLIGATORIO estar emitiendo en directo durante toda la visita. Un equipo de "staff" se encargaba de verificar en vivo las cuentas de los influyentes. Si se descubría que algún comensal había parado de emitir para disfrutar de la comida, se le expulsaba del

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