Cafeína
Era el tío con mayor sensibilidad a la cafeína del mundo. En el resto de las cosas, sin embargo, era una bestia imperturbable: se afeitaba con un wakizashi, fumaba puros antes de desayunar, y dormía en una cama de muelles de los años setenta.
Pero no podía con la cafeína. Con medio café se ponía como una motocross, limpiaba toda la casa, alineaba los cuadros con un cartabón, gritaba por la ventana, y no podía dormir hasta las cuatro de la madrugada, momento en que la dosis cafeínica desaparecía.
Entonces se ponía un pijama de esparto y se acostaba tranquilamente para dormir cinco horas y media.
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