Onicofagia
Manolo tenía un vicio muy feo: se comía las uñas. No solo se las comía, se atracaba de uñas. Mucha gente pica entre las comidas, patatas fritas, cacahuetes... Manolo picaba uñas.
Tuvo que acudir a un especialista. Le cobró ochenta euros por diagnosticarle "onicofagia", que significa que uno se da atracones de uñas. Como solución, le ofreció un tónico especial con sabor a cerumen con el que rociarse las uñas. No funcionó. El cerumen le pareció todavía más apetecible.
Consultó entonces con un famoso psicoanalista que le recomendaron en la frutería. Este señor le aconsejó reconciliarse consigo mismo y hacer un pacto de altura: podía seguir comiéndose las uñas, pero única y exclusivamente UNA de ellas, la que él decidiese. Escogió la del pulgar derecho, ya que no era guitarrista.
Funcionó. El resto de las uñas volvieron a brotar, jugosas y apetecibles, pero intocables. Y ya está, tampoco le demos más vueltas, no todos los relatos pueden ser de espías soviéticas, viejos que fuman porros, o asesinos en serie.
Cuando la solución es hacer el menor daño posible
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