Autónomo


Manolo siempre soñaba consigo mismo. Mientras que el resto de los mortales tiene pesadillas con cosas externas, como caídas kilométricas, persecuciones de payasos asesinos, o plagas de insectos, Manolo soñaba que se sentaba en una silla enfrente de su cama a mirarse a sí mismo. Nada más.

Una y otra hora (en temporalidad onírica, se entiende) allí sentado, admirándose. Atento a cada pequeño movimiento, a cada espasmo, a cada sonrisa infundada. Noche tras noche.

Llegó un día en el que Manolo no se despertó. Se quedó allí, sentado en la silla, sin poder dejar de mirarse. Para siempre.

Comentarios

Read this blog in your language!