La Luz
Una luz roja parpadeaba en el octavo piso del edificio. Una luz roja, densa y epiléptica.
Parpadeaba todas las tardes al anochecer. La hora iba cambiando conforme los días se hacían más cortos. Pero el color y la frecuencia no variaban.
La gente decía que después del fallecimiento de la vieja que vivía en el apartamento, se habían metido okupas que hacían rituales turbios. Otros decían que la vieja realmente nunca se había marchado, y que en el cristal rojo se reflejaban los crucifijos de la parroquia.
Yo, que nunca me he creído las supercherías de la gente, decidí subir a preguntar.
Yo, que siempre me meto donde no me llaman, descubrí que aquella espantosa luz roja, densa, epiléptica, era totalmente real.
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