Anselmo era el tipo más sociable del barrio. Cuando salía con su grupo de amigos, se encontraba con gente cada tres calles. En los bares siempre conocía a los camareros, a los encargados y a los dueños. Se hacía fotos con todos, y, especialmente, con todas. Frecuentaban toda clase de establecimientos: bares, clubes de alterne, pubs, discotecas... La ruta empezaba por el "Embeleco", cuyo dueño era íntimo amigo de Anselmo, y siempre se saludaban dándose unas palmaditas viriles en la espalda. Tomaban allí unas cañas y unas raciones, y seguían su plan nocturno. Cuando sus amigos le preguntaban, extrañados, de qué conocía a Fulano, o a Mengana, sus contestaciones siempre eran vagas y elusivas. Amigo de su cuñado, un antiguo compañero de trabajo, un antiguo ligue... Pero estas respuestas no les convencían, había algo extraño en su mirada cuando hablaba de ellos. Así que empezaron a indagar. Hicieron unas preguntas por aquí, y otras por ahí, pero no conseguían esclarecer nada. Una