El método Bonifacio
Bonifacio siempre fue un chivato. Desde pequeño ya apuntaba maneras. En el colegio, cuando había exámenes, Bonifacio siempre se sentaba en la última fila para tener controlados a sus compañeros. Como además de chivato era empollón, le sobraba tiempo para observarlos a todos y fijarse en quién estaba haciendo trampas de alguna manera:
- El típico chaval poco espabilado que se copiaba teniendo el libro abierto en las piernas, y ni por esas aprobaba.
- El ingenioso, que desarrollaba instrumentos específicos para la copia, como un bolígrafo con una tira enrollable en la que metía una chuleta milimétrica impresa en Times New Roman tamaño 2.
- El tocahuevos, que se dedicaba a llamar por lo bajo al compañero de al lado para que le dictase la respuesta entera. ¿Cómo pensaba que iba a hacerlo? ¿Por lenguaje de signos, quizá? Y encima, nunca lo pillaban a él.
- El tecnológico, que se ponía un pinganillo y tenía un compinche dentro de una furgoneta aparcada en la esquina de la calle.
- El teatrero, que fingía encontrarse fatal de repente y tenía la urgencia imperiosa de ir al baño, donde había instalado la Biblioteca de Alejandría.
Sea como fuere, a Bonifacio el sistema que utilizaran le importaba tres pitos. Su labor era chivarse, sin que sus compañeros supieran que él era el chivato, por supuesto. Encontró una forma tan elegante y sutil que se ganó el favor de todos los profesores de por vida, hasta que sus huevos se tornaron oscuros y abandonó el instituto.
Bonifacio incluía, de manera casi criptográfica, el nombre del alumno, el sistema de copia utilizado y la hora exacta de detección, entre las respuestas a las preguntas del examen. Tal que así:
"El Imperio Romano fue la etapa que vino después de la República, donde el poder ya no estaba en manos del Senado, sino en las del emperador. Fue el momento más importante miguelito nota en la goma de borrar once y cuarenta y su extensión abarcaba gran parte del Mediterráneo hasta el Mar Caspio (...)"
De esta forma, el chivatazo permanecía camuflado a menos que se leyera el examen completo, cosa que solo haría el profesor. Su reputación continuaría intacta, y él podría dormir muy tranquilo.
A Bonifacio le fue muy bien en la vida siendo un soplón. Consiguió escalar hasta la junta directiva de una gran multinacional, se casó con una modelo de lencería, y los viernes compraba cocaína junto a otros colegas. Luego delataba al camello a la policía.
Y siguió durmiendo muy, muy tranquilo.
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