Esta maldita verruga
Esta maldita verruga está acabando conmigo. Una protuberancia dura y prominente que se ha instalado en mi dedo pulgar de la mano izquierda. Un montículo calloso y pertinaz que va creciendo poco a poco con la intención de suplantarme, de hacerse con el control y ser más importante que su huésped. Palabra esta que, irónicamente, sirve para designar tanto al que aloja como al alojado. He intentado acabar con ella por todos los medios. Cortauñas, limas, ungüentos, fuego, ingeniería inversa, lápices perforadores... hasta congelación. Todo ello sin resultado. La endemoniada resulta herida, pero nunca muerta, siempre resurge como un ave fénix cárnico y repulsivo. Durante unos días, uno cree haberse librado de ella, pero entonces vuelve a crecer, de una noche para otra, y cuando nadie la ve, te absorbe la energía y la utiliza para alcanzar una nueva adolescencia. Un amigo me recomendó que acudiera a un chamán moderno que tiene como especialidad precisamente la de eliminar verrugas crónicas. E