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Mostrando entradas de julio, 2022

Snacks exóticos

¿El peor día de mi vida, dice usted? Lo recuerdo vívidamente. Cada cierto tiempo me asaltan imágenes de las que no puedo despegar la mente, como una caravana de coches morbosos frente a un terrible accidente de tráfico.  Un buen amigo acababa de regresar de Tailandia y me había traído un regalo. Era una especie de snack industrial que allí tenía mucho éxito, parecido a las pipas, pero que se masticaba entero, sin pelar.  No me gusta probar comidas exóticas, pero Tomás insistió en que me lo quedara. Tenía pensado tirarlo en cuanto se fuera, pero supuse que no me iba a matar un tentempié, por pocos controles sanitarios que hubiera pasado. Abrí el envase con unas tijeras y un soplo de aire se precipitó al exterior. Me llegó un olor terrible y nauseabundo, como si llevara ahí dentro eones y hubiera abierto una tumba egipcia podrida de plagas. Lo que pasó después me sigue provocando escalofríos y temblores en la nuca. Un puñado enorme de insectos como cucarachas desmesuradamente grandes s

Rabiosa actualidad

Era un tipo rarísimo (otro más para la colección) que se dedicaba a charlar con la gente que salía en los folletos de publicidad. Se sentaba en un bar, pedía un cortado y sacaba de la mochila un cartelillo o un flyer, que apoyaba delante del servilletero. El camarero le traía el café y el tipo no le daba ni las gracias, absorto ya en la conversación con su interlocutor de dos dimensiones. Monologaba de lo que fuera, dependiendo de quien protagonizara la propaganda. A veces era una modelo incitando a apuntarse al último gimnasio de moda, otras un pinchadiscos desconocido que actuaba en una discoteca, o un agente inmobiliario cruzado de brazos que aseguraba vender tu vivienda en menos de una semana. Todo el mundo pensaba que estaba loco (y lo estaba, seamos francos). Pero lo que nadie se esperaba de ese perturbado es que, un día cualquiera, sacara una catana de la bolsa de deporte y la emprendiera a espadazos con todo el bar, desmembrándose hasta a sí mismo. Cuando los de homicidios reb

La gente a la que le gusta madrugar

En honor a M. y L. Te voy a decir una cosa: yo no me fío de la gente a la que le gusta madrugar, algo esconden. ¿Cómo puede un ser humano querer levantarse a las 5 o 6 de la mañana? No hablamos de madrugar para ir al trabajo, sino de madrugar por voluntad propia. El tipo decide despertarse siempre a las cinco de la mañana, ya sea sábado, domingo, un puente o vacaciones. No por motivo de que su ritmo circadiano esté escacharrado, ni nada por el estilo, sino que programa un jodido despertador a esa hora porque le gusta, por placer. Aun con unas ojeras vampíricas, te sonreirán diciendo que están perfectamente, pero tienen que declinar tu invitación para el plan de esta noche, ya que se acuestan temprano para LEVANTARSE A LAS CINCO DE LA MAÑANA. Te lo he dicho ya, no me fío un pelo de esa gente, esconden algo. No sé si se levantan para atender su plantación extensiva de marihuana, para alimentar especies animales de contrabando, o para beber sangre de sus víctimas, pero nadie normal quier

Malos padres

Eran unos padres malísimos por voluntad propia. Se arrepintieron en seguida de haber tenido hijos, casi cuando aún no habían empezado a caminar.  Decidieron cumplir con sus obligaciones estrictamente legales, pero no sobrepasar esa línea ni un ápice. Les darían el amor justo para que crecieran emocionalmente sanos, les proporcionarían el alimento y el cobijo exactos para que sobrevivieran en condiciones normales, pero nada más. Serían voluntariamente negligentes en todo lo superfluo. Cuando los niños fueron creciendo los llevaban a realizar actividades y deportes de riesgo. "¿Os apetecería saltar en paracaídas este finde?" "¿Un puenting esta tarde?" "Hemos leído que el salto BASE es la leche". Pero nunca les pasó nada malo, así lo quiso el destino. Desesperados, nuestros negligentes padres llegaron a comprarle tabaco a los chavales cuando llegaron a la mayoría de edad. Los engancharon a la nicotina y a la marihuana, pero lejos de ocasionarles problemas, d

Artefactos

Te aseguro que no estoy loco. Yo lo vi. Lo vi caer en mitad del mar alrededor de la medianoche. Un artefacto alargado, iluminado en toda su superficie (no llevaba faros, sino que el propio material desprendía luz), acercándose desde la línea del horizonte hasta estar a 50 o 100 metros de la orilla. Recuerdo que me acojoné y quise echar a correr, pero la fascinación de estar viendo por fin algo inusual en aquel pueblo donde todo el mundo tenía historias paranormales me armó de valor. El aparato se quedó suspendido en el aire unos segundos, como si estuviera observándome, como si pudiera acceder a mis recuerdos y secretos, todos los coches que he robado, todas las personas que me llevé al otro barrio. Entonces descendió bruscamente y se sumergió en el mar, causando un estruendo y una onda expansiva que me heló la espalda y me sigue trastornando todavía hoy. He hecho muchas locuras, pero no estoy loco, eso pasó de verdad. De lo contrario no me hubieran encontrado parapléjico a la mañana

Aquella noche me maté al volante

Volvía del trabajo por la autopista a 160 kilómetros por hora, la velocidad perfecta para viajar. Llegué a casa, me puse el pijama, infusioné una menta piperita, y me acosté. Entonces empecé a ver imágenes de mi terrible accidente de tráfico. No estaba soñando, porque mi reloj inteligente vibró varias veces alertándome del incremento de mi ritmo cardíaco. Vi mi coche destrozado en el arcén de la autopista, la luna delantera hecha pedazos, y mi cuerpo tirado en mitad de la calzada, tapado con la típica manta amarilla de aluminio para cadáveres. Había varias patrullas de policía, una ambulancia y una larguísima cola de coches en el otro carril, frenando para poder contemplar el espectáculo. De repente desaparecieron y volví a estar en mi dormitorio. ¿Sabes lo que creo? Que todos nos matamos varias veces a lo largo de la vida, pero que nuestra alma, esencia, o como le quieras llamar, salta automáticamente a un universo paralelo en ese preciso instante, y solo morimos de forma permanente c

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