Desenmascaradas

Observe atentamente esos ojos que le miran, casi inertes, pero al acecho. Observe esas patas peludas, larguísimas y finas, que podrían corretearle por la nuca en este mismo instante con su cara como destino. Imaginamos que ya habrá deducido usted a qué insecto pertenece esa mirada pertinaz. No es un arácnido, ni es venenoso, y su peligrosidad es nula (al menos, para el Homo sapiens ). Se trata de una simple mariposa, fotografiada de tú a tú, en su mismo idioma. Seamos francos, por muchos colores y patrones de bellas formas que tengan en sus alas majestuosas, las mariposas son jodidos bichos, camuflados con un velo de fantasía, blanqueados por el cine y los dibujos animados. Pero ¿qué ocurre si les arrancamos esa capa de ostentosa pintura, de bisutería insectil? Que se convierten en polillas mundanas y mediocres. Las mariposas son el ejemplo perfecto de la superficialidad. Si no tuvieran esos adornos, a nadie le gustarían. Uno se las sacudiría con un gesto de asco, como si fueran mosca