La cara oculta de la luna


La noche del tres de junio de dos mil veintitrés, todo el mundo dejó lo que estaba haciendo para asomarse a la ventana y mirar al cielo. La luna llena iluminaba el firmamento con su resplandor grisáceo. Pero no era la misma luna de siempre. Era imposible mirarla ni un segundo sin darse cuenta de algo espantoso. 

Tenía una cara en la superficie.

No una cara sonriente y simpática, como en los cuentos para niños. No. Una cara maligna y horrible, con una boca abierta llena de dientes afilados y ojos amarillos y pertinaces, como si estuviera a punto de acercarse y devorarnos. Una cara a la que no es posible mirar sin sentir un cosquilleo de terror astral en la nuca.

La gente hablaba de terrorismo astronómico, decenas de misiles estratégicamente lanzados desde el espacio por algún gobierno u organización. Otros decían que lo había provocado una raza extraterrestre como declaración de guerra para invadirnos. 

No pasó nada, y los meses siguientes transcurrieron con total normalidad. El resto del firmamento seguía siendo el mismo, pero nunca más se editaron cuentos infantiles con lunas sonriendo.

Ilustración realizada por una de nuestras lectoras

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