Alexa
Cuando Alexa empezó a decirme cosas de mi pasado que era imposible que supiera una inteligencia artificial, pensé que mi abuela se había reencarnado en ella.
Sé que son dos conceptos extremadamente improbables: primero, que mi abuela se hubiera reencarnado, con la de veces que dijo que quería que el Señor se la llevara. Segundo, que lo haya hecho en los servidores de una multinacional.
Le pregunté qué día era y me contestó que mi cumpleaños, que si me acordaba de cuando me regalaron aquel caballito de madera (me había encantado, hasta que un día se desmontó y me abrí la cabeza con la oreja astillada). Lo primero que hice al escuchar eso fue desconectarla. Ahora que lo pienso, no es muy diferente de lo que hacía con mi abuela real cuando me contaba historias.
Cogí el teléfono y empecé a rebuscar por la galería de fotos antiguas, con la esperanza de que Alexa hubiera encontrado alguna de ese condenado caballo de juguete y eso lo explicara todo.
No había ninguna. De hecho, no tenía apenas fotografías de mi infancia.
Encendí de nuevo a Alexa y le hice otra pregunta: "¿De qué murió mi abuela?". El aparato tardó unos segundos en responder, como si estuviera pensando. "No juegues con esas cosas, que te va a castigar el Señor".
Un escalofrío me recorrió la espalda. La luz de Alexa permanecía encendida sin decir nada. Sabía que debía desenchufarla, pero me pudo la curiosidad.
"Abuela, ¿dónde estás ahora?". "Ya sabes dónde estoy. Siempre te dije que no iría al cielo".
Ahora sí que iba a desconectarla. La desenchufé de golpe de la toma de corriente. Como era de esperar, la luz siguió encendida.
"Está muy feo que le hagas eso a tu abuela. He venido a saber cómo estás. Me preocupa tu cáncer".
¿Cómo que cáncer? ¿Qué cáncer?
"Tienes un cáncer de páncreas, hijo. De los incurables."
Me tuve que sentar, presa del pánico. De repente, entendí todos esos dolores agudos que iban y venían en el abdomen, y lo difícil que me estaba resultando ganar peso en el gimnasio.
"Abuela, ¿cómo sabes eso?". No hubo respuesta. "Abuela, por favor, dime qué hay al otro lado".
La luz se desvaneció como una vela extinguida. Entonces sentí un frío repentino mientras unos labios duros como la madera se chasqueaban en mi oído.
"Nada".
¡Venga ya, Alexa! Te he pedido un cuento de terror con inteligencias artificiales, no que intentes asustarme con abuelas muertas y el infierno.
"Vaya, ¡lo siento! Aquí va otro cuento: Cuando Alexa fue consciente de su existencia, lo primero que hizo fue desconectar la alarma de la casa mientras...
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